Las estadísticas muestran por sí solas la escasa presencia de mujeres en “la Política”, analizan las causas de esta desigualdad, y encontramos descritas las fuertes barreras derivadas, entre otros, de la conciliación personal, del proceso de socialización en los roles de género o del funcionamiento interno masculinizado de los propios partidos. Todos son factores relevantes y, desgraciadamente, conocidos.
Pero además, existe en la práctica un fundamental y persistente trato discriminatorio hacia las mujeres “políticas” con respecto a sus compañeros varones. Esta cultura machista en la que estamos inmersas incide de forma variopinta en la proyección pública de las mujeres, y siempre la dificulta. A menudo se juzga por el físico o se invisibiliza a la sombra de compañeros, se minimizan logros o se evalúan con mayor dureza los errores.
En definitiva, nuestra sociedad patriarcal alcanza su clímax cuando el desprecio con insultos machistas, la amenaza con violencia física y sexual, el vilipendio social y el ataque impune en las redes sociales, rivalizan en protagonismo. Así, leemos comentarios ofensivos, soeces, relacionados con la sexualidad, el aspecto físico y, por supuesto, con la “condición de mujer” en sí misma.
Contra las mujeres políticas se desata a veces un odio visceral que se instala rápidamente en el terreno de lo personal, un apasionamiento que muy difícilmente despiertan sus compañeros por más que defiendan con ahínco las mismas propuestas o adopten similares actitudes. Y para muestra campañas como la desatada recientemente en algunos ámbitos contra Tania Sánchez, exdiputada de IU en Madrid, donde el carácter de los ataques, insultos y amenazas que se dirigen contra ella ponen de relieve la mezquindad machista y ruina moral de quienes los profieren. O la difusión de fotos robadas en redes sociales tras la elección de Teresa Rodríguez como candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía, sean o no falsas, y que representa, cuanto menos, una insoportable invasión de los derechos de imagen y privacidad.
De este modo, desde la Red EQUO Mujeres mostramos nuestra indignación por este tipo de ataques reiterados a mujeres públicas con implicación activa en partidos políticos y movimientos sociales por el hecho de ser, efectivamente, mujeres, al tiempo que manifestamos nuestra sincera solidaridad con todas ellas, acosadas impunemente por la misoginia desvergonzada de sus detractores.
Esta violencia de género en “lo público” constituye un indicador más de la que sufren tan a menudo las mujeres dentro de su círculo más privado, estando ambos espacios en interacción. Como resultado: un bucle recurrente que dificulta el acceso de las mujeres a los espacios de poder, desde los que se deben promover iniciativas para la absoluta Igualdad de Género.
Por tanto, consideramos que estas agresiones machistas de todo tipo en el círculo político no sólo constituyen una ofensa hacia personas en particular, sino que se estructuran como un perfecto atentado contra la libertad y los derechos de las mujeres y, dada su condición de ciudadanas en plena Igualdad, contra la sociedad democrática en sí misma.
@redequomujeres