La mujer rural es como la tierra; generosa, paciente, reconfortante.
Cuidadosas con las personas que las necesitan. Nunca son ellas las primeras.
La mujer rural trabaja la tierra con la misma suavidad que teje la lana, con la misma suavidad que acaricia los hijos, con la misma suavidad que ordeña las vacas.
Con esas mismas manos que hacen el pan son capaces de alimentar a toda la comunidad.
La mujer rural sabe mirar la luna para sembrar la tierra. Mirar las nubes para entender el tiempo. El sol para saber las horas. La cara de sus hijos, de sus hijas, para curar sus heridas.
La mujer rural tiene toda la sabiduría que da la naturaleza.
Las mujeres rurales no conocían las palabras: Sororidad, Resiliencia, pero su significado, sí.
Era esa actitud la que utilizaban para trabajar en comunidad, para ayudarse entre ellas y así ser capaces de adaptarse a las situaciones más adversas.
Es necesario aprender de las mujeres campesinas.
Hoy, la mujer rural, lucha por la visibilidad de su trabajo, de su persona.
Aprendamos de nuestras mujeres, de la historia. De esas mujeres arrugadas por el viento, dobladas por los pesos. De manos cargadas de artrosis. De huesos doloridos sin remedio.
De esas mujeres que cantaban para callar las penas. Que sonreían para seguir viviendo.
Mujeres con todo el peso de la historia y sin historia.
Hoy, Día de la Mujer Rural, pongamos a nuestras abuelas, a nuestras madres en los libros de historia.