El 22 de febrero, Día Europeo por la Igualdad Salarial denunciamos, para vergüenza de la democracia española, la constatación de que la brecha entre mujeres y hombres no sólo no desaparece, sino que profundiza las desigualdades.
La situación laboral de las mujeres ha sufrido en los últimos años un retroceso tan importante, que, más allá de cálculos numéricos, traduce un absoluto desprecio social a nuestras aptitudes y capacidades, y al sacrificio de tantas mujeres para conseguir la conciliación familiar y profesional.
Discriminación en las carreras profesionales, invisibilidad económica en empleo sumergido y retroceso en derechos laborales: las estadísticas muestran que las mujeres ganan un 23,93% menos que el resto de la ciudadanía, a saber, los hombres.
Un retrato social que se suma a los datos que perfilan a España a la cabeza de la Unión Europea en términos de desigualdad.
Desde 1966, con el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, venimos reivindicando la igualdad salarial. Y es por tanto ya imperativo un cambio en las políticas de igualdad que garanticen por fin este derecho.
Porque es inadmisible una sociedad donde la brecha salarial se consolide y normalice.
Porque es obligada una completa y creíble justicia social.
Porque es de demócratas reivindicar la igualdad real.